Es el procedimiento por que el que se elimina el tejido pulpar (nervio) infectado o dañado, quitando por consiguiente la vitalidad del diente tratado. Se realiza bajo anestesia local y permite reconstruir y conservar las piezas dentales que de otra forma habría que extraer. De esta manera las piezas podrán seguir cumpliendo sus funciones de masticación y estética.
Es necesaria en aquellos casos en los que se ha producido una lesión irreversible de la pulpa, ya sea por caries, traumatismo, enfermedad periodontal asociada, etc. O por que se prevea que será dañada de modo irreversible en el curso de tratamientos tales como cirugía dentomaxilar o tallados protésicos.
Los síntomas de daño o infección en la pulpa más comunes son: dolor en los dientes al morder y al masticar, hipersensibilidad en los dientes al consumir bebidas calientes o frías, piezas dentales que comienzan a decolorarse, etc.
Existen tres tipos de endodoncias:
- Unirradiculares: en aquellos dientes que tienen un único conducto, como es el caso de los incisivos y los caninos.
- Birradiculares: en aquellos dientes que tienen dos conductos, como es el caso de los premolares.
- Multirradiculares: en aquellos dientes que tienen 3 conductos o más, pudiendo variar en número según la anatomía de cada pieza, como es en el caso de los molares.

Consejos y recomendaciones
Es muy importante señalar que los dientes tratados y restaurados con endodoncia pueden durar toda la vida si “se cuidan”, ya que los dientes tratados pueden sufrir caries en el futuro; por ello, es vital mantener unos buenos hábitos de higiene bucal y acudir a revisiones periódicas ya que la detección y tratamiento tempranos evitan la extracción del diente natural y la pérdida del hueso que lo soporta, a la vez que elimina las infecciones dentales y acaba con el dolor.